1. Existen cuando menos dos orientaciones básicas en este tema: la evaluación del software educativo o del software que queremos usar en la tarea educativa y la evaluación de la utilidad de dicho recurso en el alcance de los objetivos de aprendizaje. Desde esta diferenciación tan básica, es lógico que requerimos diferentes protocolos.
2. El primer aspecto, me recordó a la persona que llega a la farmacia pidiendo que le surtan la “mejor” medicina, y entonces ubica al que le atiende en un problema mayúsculo; la mejor medicina ¿para qué? Sin embargo, y dejando esta pregunta para más adelante, también es cierto que podríamos calificar la calidad de la medicina. Para ello requerimos conocer bajo cuáles criterios y parámetros lo vamos a hacer.
3. Por otra parte, independientemente de la calidad intrínseca de la medicina, o en este caso del software, también podemos calificar su pertinencia para el fin que buscamos alcanzar.
4. En ambos casos requerimos criterios que nos permitan evaluar y al conjunto de criterios lo denominamos “Protocolo”.
Dice Miguel Ángel González Castañón[1], que el fracaso en la aplicación de software para la educación parece originarse en dos hechos: uno, el no tener en cuenta las condiciones concretas de una institución (parece que estos recursos no se incorporan en la forma propuesta por los diseñadores). Dos, la falta de incorporación de principios psicológicos y del aprendizaje, sobre todo en el uso. Ninguna innovación educativa tiene lugar si el maestro no quiere o no puede ponerla en práctica (Coll 1987).
Por ello para seleccionar un protocolo, en mi caso, debo establecer como finalidad de la evaluación del software educativo, su uso, pedagógicamente adecuado.
En este caso, se evalúa el uso, pero no con intenciones de calificar el software, sino para revisar si con él puedo alcanzar el objetivo educativo que nace del problema identificado, haciendo énfasis en los aspectos pedagógicos, metodológicos, ideológicos y culturales que, de todas formas, contiene.
Los criterios, condicionados por la finalidad de la evaluación, no constituyen una base de juicio valorativo per se, ya que no se pretende calificar el software; sino en razón de un problema, un instructor y un grupo concreto de alumnos o participantes. De esta forma, los criterios se seleccionan en razón de un uso concreto y pedagógicamente viable. Más que una evaluación formal (Richaudeau 1981) realizamos un ejercicio de reflexión, centrado en el uso pedagógicamente viable del programa.
Se configura así una concepción de la evaluación como: "una posibilidad de reflexionar sobre lo educativo y de generar conocimiento sistemático y válido sobre lo educativo". (Torres e Isaza 1995). Los criterios dirán entonces cuándo se puede afirmar la presencia de un elemento de aprendizaje o de una imagen cultural, y de los sentidos o posibilidades pedagógicas que estos elementos ofrecen. Se explica y se describe, más que valorar.
La valoración, que conceptualmente es imprescindible para poder hablar de evaluación, sigue presente, aunque en forma poco explícita. Por ejemplo, se valora como altamente positiva y deseable la posibilidad que ofrece un programa para desarrollar la capacidad de construir conceptos, porque existe, en el planteamiento pedagógico que seguimos, un criterio que considera esa posibilidad pedagógica como deseable.
Lo que aparece, no obstante, es sólo una descripción orientada al uso; pero detrás, está el juicio valorativo de haber considerado importante o simplemente bueno el uso del software en esa dirección.
Algunos criterios que utilizaría en un protocolo para evaluar la pertinencia del uso de un software.
Para mi proyecto final, lo que requiero es evaluar la pertinencia didáctica del uso de un programa de cómputo, por lo cual y en base de los materiales analizados, elaboré el protocolo anterior (útil para mis necesidades), con aportaciones propuestas por Miguel Ángel González Castañón, Pere Marques y sobre todo tomando en consideración las reflexiones de Gándara y Ruiz-Velasco.
Conclusión.
No creo factible que se pueda presentar un solo Protocolo para la evaluación de Software Educativo, sino más bien contar con una serie de criterios aplicables, y construir el protocolo concreto según las necesidades de evaluación que se quieran cumplir.
[1] Miguel Ángel González Castañón Evaluación de Software Educativo: Orientaciones para su Uso Pedagógico. Universidad EAFIT. Medellín. Colombia.
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